jueves, septiembre 28, 2006

Con C de Caverna o por qué los camareros me tutean

Apreciados lectores, me presento ante ustedes con este interesantísimo post. Ya que es mi primera contribución a la página de mi querido amigo Pableras, me veo obligado a hacer mención a su extraño pollo al Giroffle...o mejor no.

Me he sentado frente al teclado con la sana intención de relatar la cena que tuvimos el dudoso placer de degustar Pableras, su encantadora esposa (típica crónica de sociedad) y un servidor en una conocida “Caverna” de una exclusva playa ampurdanesa (Sí, cerca de una “gavina” de altos vuelos).

La velada ya empezó torcida por el frío recibimiento i la consecuente colocación en la terraza de los guiris y los niños (este punto merece un post aparte) por parte de un maître con bata de masajista y maneras de patán.

La mesa estaba bastante correcta para no tener puestos los correspondientes cubiertos, platos, copas i demás enseres que los Srs. Cavernícolas entienten que deben ser un capricho totalmente innecesario para yantar (sobre todo si eres un noble del S. XVI). Dado que no había enseres civilizados, se me ocurre que podíamos haber pedido a gritos un diván y que nos trajeran los aperitivos imperialistas típicos, a saber, los morros de nutria, los pezones de loba, el hígado de ocelote i las orejas de jaguar, para dar paso después al ciervo asado, al embutido de oso frito con grasa de uro y al vino bebido en copas de oro (y las bandejas y las plumas untadas en aceite, claro).

Una vez adecentada la mesa se nos trajeron las cartas, de una presentación excelente y con un contenido muy atractivo a la imaginación. Pedimos básicamente platos realizados en base a fauna marina y por tanto degustamos un excelente vino blanco.

El primer plato convinimos todos en que, siendo atractivo a la vista, agradable al olfato, gustoso y sabroso, no hacía honor al más que merecido renombre de que goza dicha Caverna. El segundo ya fue harina de otro costal, fue excelente, particularmente mi lubina (llobarro) fue de las mejores que he tenido el placer de degustar. Pableras y Sandreras también alabaron largamente las bondades de su plato.

Y llegó la tan esperada hora de los postres (si encuentran un restaurante en que sus postres hagan honor a su carta y viceversa...no lo dejen escapar! Apúntense el nombre y háganse clientes habituales!), hubo uno que me llamó particularmente la atención...La “C de Caverna”...así que lo pedí (ante el jolgorio de los demás comensales). Para acompañarlo pedí una copita de Oporto y...ahí se empezó a torcer todo definitivamente.

La “C” era un postre excelente pero la copita de Oporto tardó tanto en llegar que se podía, fácilmente, haber convertido en un cognac para cerrar el ágape...Una vez finalizado el largo trámite de la dichosa copita y con el párpado derecho trabajando compulsivamente al más puro estilo “Martes y 13” se acercó una simpática camarera y me preguntó: “¿QuiereS café?”...la miré a la cara y puse a trabajar el disco duro repasando todo mi archivo de caras conocidas por si la de ella coincidía con alguna, pero el resultado fue “No match found”.

Mientras intentaba recuperarme de la sorpresa de que una camarera de un buen restaurante me tuteara tranquilamente ví de reojo como la ceja izquierda de Pableras se arqueaba en exceso y estaba apunto de salírsele del cráneo y sin poder resitirse preguntó: “¿Te ha tuteado?”, me compungí y respondí afirmativamente sonrojado como un niño.

Después de tomar el café y mientras manteníamos una agradable charla de sobremesa nos fijamos en que había un grupito de tres camareros tres justo detrás nuestro que estaban criticando abiertamente a otros clientes...”¿Y esos donde se han creído que están?”-decían-...Mi respuesta mental fué tan rápida como evidente...”En una Caverna, sin duda”.

1 comentario:

Pableras dijo...

Estimado Merovingius.

Gracias por iniciar con este relato tus contribuciones a este modesto Blog.

Dada la gravedad de los hechos acontecidos y siguiendo la tradición de este espacio de opinión, me veo en la obligación de prevenir a los lectores ubicando físicamente susodicho restaurante. Evidentemente si usted esta de acuerdo.

La velada prometía, teníamos mesa en uno de los supuestos epicentros de la gastronomía ampurdanesa en la muy fotogénica S'Agaró. Post a parte es fomentar el debate sobre si S'Agaró es Sant Feliu o S'Agaró es S'Agaró...

Cuando entramos en el local, nos abordo una simpática camarera que nos preguntó si teníamos reserva. Efectivamente la teníamos ya que mi madre, asidua del lugar, me lo recordó con insistencia materna. La simpática joven buscó en su agenda y efectivamente nos encontró (no sin antes indicarle como se escribía mi apellido y apuntar con el índice nuestra reserva). Rápidamente su semblante cambió y se fue a hablar con una señora que parecía algo así como la jefa de sala, en seguida se formó un trío ya que se sumó un extraño personaje vestido de blanco. Su atuendo hizo que ya a las primeras de cambio le cayera el primer comentario: “Mira, tienen masajista” dijimos.
Nunca sabremos si fue el comentario o el hecho que se habían despistado y no tenían nuestra mesa (voto por lo segundo), la razón por la que nos ubicaran en una especie de terraza adyacente al restaurante.
La primera visión de dicho emplazamiento fue terrible: Habían unas quince mesas algunas con parejas cenando tranquilamente y otra terrible (sumatorio de varias) en la que se estaba celebrando un cumpleaños, el problema del cumpleaños básicamente era la presencia de un grupo de personas menores de 9 años y 1,30 metros de altura.
Efectivamente: Había niños correteando por la terraza. Imperdonable en un supuesto restaurante de primerísima categoría. Para que los lectores se hagan a la idea el hotel ubicado al lado (La Gavina) prohibió durante muuchos años a los niños en sus instalaciones.
Una vez confirmado que no tendríamos tranquilidad durante la velada, se nos ubicó en una mesa sin preparar. En lugar de hacernos esperar (ni que sea de pie) en la entrada nos invitaron a sentarnos y estando sentados nos prepararon la mesa. Imperdonable.
La calidad de la comida y la presentación de los platos estaba fuera de toda duda y mis tallarines con reducción de garoines estaban realmente excelentes.
El servicio de este restaurante había que darle de comer a parte, allí donde esperas corrección en las formas y maneras de actuar vas y te encuentras camareros que podrían perfectamente estar sirviendo en el Bar Paris (por poner un ejemplo). Dedos dentro de platos, escanciamiento incorrecto del vino (manchando manteles) y lo peor de todo, cuando le preguntaron a uno de nosotros una cosa en SEGUNDA persona del singular, presente de indicativo. Terrible. Lo peor de todo fue cuando tres elementos del servicio pensándose amparados por el final de la velada y la ausencia de comensales empezaron a criticar a la gente que había estado cenando y todavía cenaba (como cuando oímos las críticas a la mesa de al lado y dijimos: si lo hemos oído nosotros ellos también seguro...)

Durante la velada divertidos temas de conversación enlazaban unos con otros, salpicado también por situaciones que el entorno nos brindaba y que eran criticadas y diseccionadas al instante. Como por ejemplo, a pesar de haber un cartel prohibiendo el uso de móviles, la insistencia con que alguien llamaba a unos pseudo-pijos y lo terrible que era el tono del móvil que interrumpía al cuarteto de cuerda que amenizaba la velada con sus estridencias. Estar escuchando el dúo de las flores y de repente “Opa vamoa po er mundia” era si a caso terriblemente divertido.

En definitiva y para no aburrir a los lectores. El restaurante en sí muy correcto y muy caro. Sobretodo el precio del servicio cobrado de antemano por valor de 6 euros. 18 euros de propina? El servicio pésimo: poco profesional y temporero demasiado evidente.

Saludos,